Allie siempre fue considerada una niña activa, valiente, atrevida y cariñosa.
En su infancia participó de muchas actividades, entre ellas, equipos de baile, fútbol y sóftbol. Incluso fue animadora por un corto tiempo. Por eso, cuando descubrió que tenía escoliosis y necesitaba someterse a cirugía de columna, pensó que retrasaría, o incluso detendría, muchos de sus planes.
De preadolescente, Allie notó que su caja torácica del lado derecho sobresalía más de lo normal. Se lo contó a sus padres y ellos la llevaron a un médico de la zona, quien le dijo que no era nada alarmante. El médico dijo que tenía una pequeña curva en la columna, pero que no estaba en un rango preocupante que necesitara tratamiento. Sin embargo, como la mayoría de los niños, ella se volvió consciente de sus diferencias físicas.
"Me volví más consciente de que otras personas no tenían costillas que les sobresalieran de la ropa" dijo Allie.
Allie recuerda una noche en que se quedó dormida mientras su madre le rascaba la espalda. Dijo que su madre trazó su columna con las yemas de los dedos, sintió una curva e inmediatamente supo que algo andaba mal. A la mañana siguiente, la madre de Allie le pidió al enfermero de la escuela que la examinara y él concluyó que Allie podría tener un caso grave de escoliosis. Luego fue remitida al Hospital Shriners para Niños Shreveport.
Allie dijo que no sabía nada sobre la escoliosis en el momento del diagnóstico. Tenía infinitas preguntas, desde si perdería la capacidad de caminar hasta pensar que tenía algún tipo de enfermedad grave.
“La palabra 'escoliosis' era un idioma totalmente desconocido para mí”, recuerda Allie. “De inmediato asumí lo peor. Mi cerebro de 12 años no podía parar de hacerse preguntas".
Tras su primera consulta en el Centro de Shreveport, Allie recuerda haber sentido que su vida se había terminado. El médico le indicó usar un aparato ortopédico en la espalda para tratar de evitar que se siguiera pronunciando la curvatura de su columna.
“Imagínense decirle a una niña de 12 años que iba a tener que usar un aparato ortopédico incómodo y visible 23 horas al día”, dijo. “Sentí que se me había arruinado la vida. Me sentía avergonzada, humillada y rara".
Como la mayoría de los preadolescentes, Allie intentó llevar la contraria a sus padres y no usar el aparato ortopédico, pero dice que no funcionó. Terminó usando el aparato ortopédico durante un año entero, hasta el verano de 2017. Dijo que, al principio, parecía que la curva de su columna había dejado de crecer, y recuerda haberse sentido aliviada y haber pensado que esta parte del tratamiento se había terminado.
Allie continuó asistiendo a sus controles semestrales a lo largo de 2018, pero hacia finales de ese año, recuerda haber sentido que la curva de su columna estaba empeorando. Como no quería someterse a una cirugía, le ocultó estas inquietudes a sus padres.