La escuela también es parte importante de la vida de Miguel en el Hospital Shriners para Niños de Texas. Tiene clases individualizadas con la maestra del hospital, Flor, donde tocan materias fundamentales como lectura, ciencias, escritura y, su favorita: matemáticas. Miguel ahora está en quinto grado y también difruta dibujar, pintar y bailar. Un día, sorprendió a Flor regalándole una serie de retratos que hizo especialmente para ella.
“Miguel es una pólvora: seguro de sí mismo, atrevido e inteligente. Tiene un gran sentido del humor y puede ser bastante tramposo”, dijo Flor. “Creo que logrará todo lo que se proponga, mientras crece y aprendiendo a caminar erguido por el mundo”.
A pesar de los altibajos de la cirugía y la recuperación, Miguel se mantiene optimista. Ha participado en eventos como el Día de la Limonada, Navidad en julio y celebraciones de verano. Incluso asistió a un partido de béisbol de ligas menores para animar a los Sugar Land Space Cowboys. A través de estos momentos, Miguel y a su madre han tenido la oportunidad de conectarse con otras familias que están pasando por experiencias similares.
Cuando se le pregunta qué lo hace sonreír siempre, la respuesta de Miguel es sencilla: “Todas mis amistades. Eso es lo que me hace seguir”.
Miguel y Andrea se están alojando en la nueva residencia para pacientes del hospital, a solo unos pasos de la entrada principal. Este espacio privado les brinda comodidad y conveniencia para la terapia ambulatoria. “Es excelente”, dijo Andrea. “En otros hospitales teníamos que compartir habitaciones y salir para usar la ducha. Aquí tenemos un espacio que se siente como un hogar. Es reconfortante”.
Mirando hacia el futuro, Miguel tiene grandes planes. “Cuando llegue a casa, empezaré a jugar al béisbol”, dijo con orgullo. Lleno de determinación, Miguel tiene un mensaje para otros niños que tienen problemas de salud:
“No se rindan”, dijo. “Deben ser fuertes para poder alcanzar sus metas”.
Paso a paso, Miguel avanza hacia un futuro lleno de posibilidades.