Cuando Boie era niño, sus padres le daban tareas para hacer en la granja, como ordeñar vacas, recoger piedras o apilar fardos de heno. Crecer con ese tipo de expectativas lo ayudó en su carrera atlética. A Boie, ahora dos veces atleta paralímpico, a originalmente le costó muchos años entrar al equipo de baloncesto en silla de ruedas de EE. UU. Durante nueve años seguidos no consiguió entrar, pero siguió intentándolo. Ahora es parte integral de un programa estadounidense que busca su tercer oro consecutivo como equipo. Boie ha salido de su zona de confort desde muy temprana edad y espera poder inculcar estos valores en futuras generaciones de atletas adaptados.
“Cuando estoy a cargo de los campamentos de verano y hablo con los padres, les pido que me permitan desafiar a sus hijos”, dijo Boie. “Darles más independencia y cosas que hacer puede ser muy beneficioso, como me pasó a mí. A cualquier persona que esté pensando en probar un nuevo deporte, o algo nuevo en general, le diría que salga de su zona de confort. Si no te gusta, pues genial, ya has descartado algo. Pero si te gusta, es posible que hayas encontrado algo que será una pasión el resto de tu vida”.
Uno de los compañeros de equipo de Boie, Brian Bell, es expaciente del Hospital Shriners para Niños. Boie y Bell son buenos amigos y se les puede ver juntos tanto dentro como fuera de la cancha. Es habitual que tengan posiciones de ofensa y defensa en el mismo lado de la cancha, y Boie dijo que coincidir en el equipo con otro expaciente de Shriners Children's les ha permitido conectar muy bien.