Una historia de fuerza y esperanza: El recorrido de Mackenna en los Hospitales Shriners para Niños Canadá
Para Mackenna, de 10 años, crecer significó enfrentar más desafíos que la mayoría.
Nació con hipocondroplasia, una forma de enanismo que afecta el crecimiento óseo: tenía piernas arqueadas, movilidad restringida y malestar crónico. A pesar de su afección, Mackenna era una niña vibrante y enérgica que amaba la gimnasia y ser porrista. Pero correr, caminar y seguir el ritmo de los amigos se volvió cada vez más difícil.
Su madre, Jennifer, sabía que algo tenía que cambiar.
“Mackenna es valiente, decidida y llena de vida”, afirmó Jennifer. “Quería que ella creciera sabiendo que su futuro no tenía límites”.
Ese futuro comenzó a gestarse en Montreal, donde la familia viajó desde Winnipeg para recibir atención en los Hospitales Shriners para Niños Canadá. Jennifer, que había recibido un tratamiento similar en el mismo hospital cuando era niña, sabía que su hija estaría en buenas manos.
A lo largo de tres meses, Mackenna se sometió a una compleja cirugía de alargamiento de extremidades. Mediante un fijador externo, sus huesos se extendieron gradualmente dos milímetros por día: un proceso minucioso pero efectivo que agregó 10 centímetros de altura y realineó sus piernas. Ella asistió a fisioterapia de tres a cinco veces por semana y afrontaba cada sesión con valentía.
“No fue fácil”, manifestó Jennifer. “Pero ella afrontó cada obstáculo con fuerza y una sonrisa”.
Shriners no es solo un hospital: es una familia.
Lo que hizo la mayor diferencia, según Jennifer, fue el apoyo brindado por los Hospitales Shriners para Niños Canadá. Se cubrieron todos los gastos de viaje, alojamiento, comidas, equipo médico y transporte.
“No pagamos ni un centavo”, sostuvo. “Gracias a la generosidad de los donantes, pude tomarme una licencia en el trabajo y acompañarla en cada etapa del camino”.
Hoy, Mackenna está prosperando. Ella baila, hace volteretas y compra ropa con sus amigos: pequeñas cosas que significan mucho para una niña de 10 años. Un día, sueña con convertirse en fisioterapeuta, inspirada por Gabby, su terapeuta dedicada que la hizo sonreír incluso en los días más difíciles.
“El personal se preocupaba por cómo estaba yo, no solo por Mackenna”, afirmó Jennifer. “Jugaban con ella, le traían kits de actividades y siempre nos preguntaban cómo nos sentíamos. En un momento difícil y de aislamiento, eso significaba todo”.
La historia de Mackenna es un testimonio del poder de la esperanza, la resiliencia y la atención compasiva, y de la diferencia que los donantes generan en la vida todos los días.