Ya fuera del Hospital Shriners para Niños de Boston, a Josué le está yendo estupendo, y comparte un mensaje positivo de esperanza y sanación para los sobrevivientes de quemaduras.
“No hay límites. Estoy trabajando al mismo tiempo que voy a la universidad. Estoy a cuatro clases de graduarme. Ninguna quemadura nos va a impedir cumplir nuestros sueños”.
En noviembre de 2002, Josué sufrió quemaduras cuando su casa en Honduras se incendió debido a un cortocircuito eléctrico. “Yo estaba durmiendo. Mi madre estaba en la planta baja de la casa. Cuando se dio cuenta de que estaba en llamas, corrió a sacarme y un vecino la ayudó”. Josué sufrió quemaduras de tercer grado en el 75% de su cuerpo y perdió la mano derecha. “Estuve casi dos semanas en coma y seis meses hospitalizado después de que sufrí las lesiones”, recordó. En 2010, Josué fue derivado al Hospital Shriners para Niños de Boston, a los 13 años de edad. Su familia recibió ayuda de la Fundación Ruth Paz, una organización sin fines de lucro en Honduras dedicada a conectar a facilitar a los niños servicios médicos de calidad.
En su estancia en el Hospital Shriners para Niños de Boston, Josué recibió una amplia gama de tratamientos: cirugía láser, fisioterapia y expansión tisular. Este proceso implica la colocación de un implante o expansor debajo de la piel del paciente para que su cuerpo pueda “generar” más piel, estirándola con el tiempo. Luego, el cirujano puede utilizar la piel estirada para reemplazar o reparar áreas que han sido lastimadas, quemadas o que formaron cicatrices. Josué recordó con aprecio la atención recibida en el Hospital Shriners para Niños de Boston y dijo: “Mi experiencia fue la mejor. Siempre me sentí cómodo y recibí un trato excelente. Todos en mi equipo de atención me hicieron sentir como en casa”.
Josué, que ahora tiene 27 años, elogió el compromiso del personal con sus pacientes. “Admiro la dedicación de los trabajadores sociales y de cada uno de los médicos que conocí el tiempo que estuve en Shriners Boston”, explicó. Josue también elogió los servicios de traducción que se pusieron a su disposición. “Los intérpretes hospitalarios son esenciales. Gracias a ellos, los hispanohablantes como yo tenemos una voz para expresar lo que sentimos y podemos entender las indicaciones que nos dan”.
Miriam Kearns trabaja como intérprete médica en el Hospital Shriners para Niños de Boston hace 18 años y fue miembro integral del equipo de atención de Josué. “Dado que muchos de nuestros pacientes necesitan regresar con frecuencia para cirugías reconstructivas, es muy especial poder acompañarnos en su crecimiento, llegar a conocerlos”, dijo Miriam. Ella tiene bonitos recuerdos de haber trabajado con Josué durante su estancia en el Hospital Shriners para Niños de Boston. “Josué era un joven agradable, respetuoso y amable, y siempre estaba dispuesto a ayudar a orientar a los nuevos pacientes”, recordó. “Yo le decía, en broma, que su inglés estaba mejorando tanto que pronto no me necesitaría”.